viernes, 30 de enero de 2009

Aquellos maravillosos años

El verano en que cumples 20 primaveras, es aquel en el que un dia tumbado en el sofá mientras haces zapping caes en la cuenta de que ya no eres un niño, eso me hace inevitable seguir escribiendo estas líneas sin que miles de nostálgicos recuerdos acaricien mi memoria de los que sin duda muchos se sentirán identificados.
Parece que fue ayer cuando nos quedábamos embobados viendo el escaparate de Juguetes Pancho al pasar por enfrente, sobretodo si estábamos en época navideña o cuando veíamos Dragon Ball mientras merendábamos Phoskitos y leche en nuestra Bati-Cao o los típicos bocadillos de nocilla que nos preparaba nuestra madre para que creciéramos fuertes y sanos, ¡Todo un clásico!.
¿Quien no esperaba con ansia que llegara el viernes, para ir con nuestras mamás al mercadillo y que nos comprara algo en el puesto de juguetes o quien no intentaba reunir todas las monedas sueltas posibles para jugar una partida más en los recreativos?
Atrás quedan nuestros hitos y hazañas del recreo como aquel gol que marque al mas puro estilo McManaman que muchos recordaran y nos dio la victoria aquella calurosa mañana, si.. recuerdo aquella semana afortunada en la que fui tan feliz por conseguir el ultimo cromo de la colección de Pokemon. Era normal volver a casa después de jugar con las rodillas sangrando, pero no pasaba nada, todo se podía solucionar con un poco de mercromina, al fin y al cabo, eran cosas de niños…
No existía el messenger ni el móvil, para ligar lo mejor era jugar al conejito de la suerte o a la botella y para quedar con los amigos íbamos de casa en casa llamándonos unos a los otros. Tan solo éramos unos niños inocentes que ignoraban la crisis económica que se nos avecinaba, que después de jugar a las canicas o a la peonza en el parque del medico nos podíamos deleitar el gaznate con un calippo o un frigopie por tan solo veinte duros, nos hinchábamos bollería pero no sufríamos de obesidad infantil, en todo caso alguno era gordo y punto, esa pequeña pandilla de esclavos de la ultima moda donde en el patio del recreo no eras nadie si tus zapatillas no destellaban una luz roja tipo láser o si no tenias una mochilla de ruedas o un reloj calculadora, aunque si querías ser lo más de lo más debías tener el ultimo grito, un avance tecnológico por aquella época insuperable… el ¡discman!, que te permitía escuchar hasta la saciedad y sin rebobinar las desquiciantes notas infernales de la canción del verano de turno.
Fuimos una generación de mentirosos, pero no nos culpen a nosotros, sino a la televisión, gran lacra social de nuestro tiempo que aun perdura hasta nuestro días, gracias a ella crecimos viendo a un coche que hablaba, a un grupo de 4 fugitivos que siempre aparecían casualmente allá donde había una injusticia, y soñábamos que si algún día nos ahogábamos en la playa, nos salvara una joven y despampanante rubia como Pamela Anderson. Lloramos con ET y la muerte de Chanquete y nos preguntábamos porque a la hora del desayuno nuestra cocina no era como la de Medico de Familia y porque Espinete se ponía pijama por la noche si durante el día iba desnudo, nos reíamos de aquel anuncio donde un abuelete preguntaba si el Madrid era otra vez campeón de Europa y creíamos que realmente éramos capaces de chutar tan fuerte que nuestro disparo atravesaría la red tal y como sucedía en Oliver y Benji, de echo nuestro primo del pueblo lo hizo ante nuestros propios ojos o al menos eso le decíamos a nuestros amigos al volver de nuestras vacaciones.

Pero en definitiva, fuimos una generación que tuvo la suerte de crecer como niños, y a diferencia de los de hoy en día aprendimos el respeto por los mayores, la educaron y a cuidar el mundo en el que vivimos, supimos lo que era el fracaso, el éxito y que la libertad traía consigo responsabilidad, y así nos hicimos mayores porque a pesar de que Los Reyes Magos no siempre nos traían lo que les pedíamos en esa carta que escribíamos con tanta ilusión, siempre lo hemos tenido todo gracias a nuestros queridos progenitores, y lo mejor de todo sin duda, es que ahora ya no tenemos miedo a cortarnos el pelo porque al día siguiente nuestros adorables compañeros de aula nos darán la bienvenida con un masaje de collejas a la altura del cuello y además hemos visto a la selección pasar de cuartos…¿Qué mas podemos pedir?
Recordad que nunca es tarde, ¡¡vamos a salir todos a la calle a jugar como niños!!

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